Roland Barthes: El grado cero de la escritura y nuevos ensayos críticos.

El grado cero de la escritura, publicado en Francia en 1953, es el primer libro de Roland Barthes, y el germen de una reflexión sobre la literatura y el lenguaje que resulta aún hoy ineludible.

¿Dónde ubica él la escritura? En el espacio que se abre entre la lengua (ese repertorio que se hereda y que funciona como una tradición no elegida) y el estilo (los rasgos más íntimos –imágenes, léxico–, que provienen del pasado del escritor y que configuran una mitología secreta que se le presenta como una imposición casi biológica, como los automatismos de su arte): precisamente allí, entre ambos, se instala la escritura, concebida como la posibilidad de decidir sobre el horizonte discursivo propio, de ejercer una libertad no exenta de condicionamientos pero imprescindible para afirmar cualquier proyecto literario. La escritura es así el enlace entre la creación y la sociedad, es la posición que un escritor sostiene y construye en relación con la historia y con las convenciones: un acto de conciencia, de responsabilidad, determinado cada vez por los límites ideológicos de la época.

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Jacques Derrida: Khôra

Khôra sitúa una aporía ejemplar del texto platónico. El Timeo nombra khôra     (localidad, lugar, espaciamiento, emplazamiento) a esa «cosa» que no es nada de  aquello a lo cual, sin embargo, parece «dar lugar», sin dar jamás nada, empero: ni los paradigmas ideales de las cosas ni las copias que un demiurgo insistente inscribe en ella. Insensible, impasible pero sin crueldad, inaccesible a la retórica, khôra desalienta, ella «es» lo mismo que desarma los esfuerzos de persuasión, y cualquiera querría tener el valor de creer o el deseo de hacer creer: por ejemplo, en las figuras, tropos o seducciones del discurso. Esta increíble e improbable experiencia es también, entre otras dimensiones, política. Anuncia un pensamiento, o mejor, sin prometerla, una puesta a prueba de lo político.

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Jacques Derrida:  El tocar, Jean-Luc Nancy

«Tocarlo, por cierto, ¿pero a quién, qué? ¿Tocar a alguien, tocar algo? ¿O incluso tratar el tocar, la cuestión del tocar?» A quién, primero, singularmente: he querido esbozar un primer movimiento para saludar a alguien, para saludarlo a él, a Jean-Luc Nancy. A alguien que piensa y escribe hoy como ninguno. Y para saludarlo así, sin faltar a las reglas del tacto ­tocarlo sin tocarlo­, he aventurado el gesto siempre elíptico del saludo».«Qué, también: he querido esbozar un primer movimiento para saludar lo que Nancy piensa y escribe hoy, desde hace treinta años (…).» Luego, un tema unificador, una problemática o una aporía, un léxico o una retórica. Título, entonces: Le toucher. ¿Qué es tocar? El mejor hilo conductor, el más económico para re-comenzar a leer a Nancy, hoy, de manera a la vez diacrónica y sincrónica, sería, me parece, seguir su “cuestión del tocar”. Esta cuestión se despliega hasta invadir, parasitar, sobredeterminarlo todo a lo largo de los años. Ella toca en todo. Después de recurrir ­en forma insistente y a la vez furtiva­ a figuras táctiles, a una retórica del tocar digna de un análisis apropiado (…), desde hace varios años una meditación acude para tematizar ese “sentido”, el tacto, lo que él nos enseña y asigna en cuanto a la sensibilidad, al sentimiento, al sentir, al sentir-se como tocar-se (pero “tocarse-tú”, dice él), y también, con ello, en cuanto al sentido del sentido y al sentido del mundo, como del “pensamiento finito” en general»

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Pascal Quignard: La barca silenciosa


A partir de la etimología de la palabra francesa corbillard [coche fúnebre], Pascal Quignard inicia en La barca silenciosa un extraordinario recorrido que conduce al lector a través de pequeñas historias de vida y muerte, discretos resplandores autobiográficos, citas, meditaciones especulativas, reflexiones e incesantes reminiscencias de lecturas. Retomando las obsesiones que se manifiestan tanto en sus “novelas históricas” como en sus ensayos (de Albucius a El sexo y el espanto), Quignard está siempre atento a la unidad secreta que organiza los capítulos y la reflexión. La barca silenciosa es un libro subversivo, atravesado por una fulgurante e inolvidable belleza.

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Alain Badiou y Barbara Cassin:  Heidegger : el nazismo, las mujeres y la filosofía.

¿Las convicciones políticas de un filósofo son pertinentes para juzgar su obra? En el caso de Martin Heidegger, adulado por unos y vilipendiado por otros, el interrogante se plantea con particular virulencia debido a sus convicciones nazis. A juicio de Alain Badiou y Barbara Cassin, esta polémica ha sido mal centrada y es menester aceptar la siguiente paradoja: sí, Heidegger fue un nazi común y corriente, pequeñoburgués y provinciano, y sí, Heidegger es uno de los pensadores más importantes del siglo pasado. Sumergiéndose en su correspondencia, los dos filósofos examinan de manera inesperada la figura de Heidegger, su relación con la política, claro está, pero también con las mujeres: con la suya, Elfride, con la cual formó una pareja indestructible y atormentada, a la manera de Sartre y De Beauvoir, pero también con todas aquellas, en especial Hannah Arendt, de las que fue amante en el transcurso de su larga existencia.

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Jacques Rancière: Política de la literatura

En el horizonte contemporáneo, diríase que nada le es ajeno a este impenitente discípulo de la escuela althusseriana: lo ideológico y lo estético constituyen por igual sus genuinos objetos de estudio. Pues lejos del sistema filosófico que pretende reorganizar el universo y de la intervención especializada con una jerga específica, la obra de Jacques Rancière (Algiers, 1940) es un aporte crítico y personal en los más diversos campos de la cultura, sin presupuestos, sin compromisos, sin concesiones.

Esta Política de la literatura continúa, con distintos abordajes y matices, una línea de reflexión que viene ocupando al filósofo desde años atrás: ¿en qué sentido puede decirse que el arte en general y la literatura en particular tienen un valor social y un sentido político? Guiado por el axioma de que “la literatura hace política en tanto literatura”, el volumen discute con la moderna teoría literaria y se detiene en algunas estaciones insoslayables: Flaubert, Mallarmé, Proust, Brecht… y hasta Borges.

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